lunes, 27 de octubre de 2014

Lisboa, luz y nostalgia

El puente 25 de Abril, sobre el estuario del Tajo, toma su nombre tras la revolución “de los claveles” de 1974.
El puente 25 de Abril, sobre el estuario del Tajo, toma su nombre tras la revolución “de los claveles” de 1974.
A veces resulta doloroso recurrir a los tópicos. Pero lo cierto es que cuando alguien se aleja de la capital portuguesa siente añoranza en el alma. Melancolía, tristeza por la pérdida de esas calles estrechas que se elevan rumbo al cielo alejándose del mar. Aunque quizás todo sea por la luz. Esa luz transparente, blanca y sutil que ha iluminado cientos de poemas escritos a primera hora del día. “Recibí el anuncio de la mañana, la poca luz fría que da un vago azul blanco al horizonte, como un beso de gratitud de las cosas. Casi lloro, viendo aclararse ante mí, debajo de mí, la vieja calle estrecha. Cuando los cierres de la tienda de la esquina ya se revelan castaño sucio en la luz, mi corazón siente un alivio de cuento de hadas verdaderas”. Fernando Pessoa habla, y por cada palabra Lisboa responde con imágenes que ya son eternas: un tranvía, una taberna, plazas con flores… y un café, A Brasileira, convertido en el mejor lugar del mundo para leer el periódico o, por qué no, otro libro de poemas. “En su resplandecer de azul y río. En su cuerpo amontonado de colinas”… Sophia de Mello también se enamoró de esos colores mágicos que pintan cada segundo a Lisboa, incluso en pleno invierno. Una ciudad triste en los fados y alegre en las canciones de sus músicos callejeros. Marinera al borde del Tajo, que es ya aquí océano, y soñadora entre las almenas del castillo de São Jorge, desde el que la vista se pierde en entramados complejos de rúas y barrios.
Por la Baixa pombalina
Pero volvamos a Pessoa: “Despertar de la ciudad de Lisboa, más tarde que las otras./ Despertar la Rua do Ouro./ Despertar el Rossio, a las puertas de los cafés./ Despertar./ Y en medio de todo, la estación, que nunca duerme,/ como un corazón que tiene que pulsar a través de la vigilia y del sueño”. El gran poeta lisboeta amó con todas sus fuerzas la Baixa, la parte baja de la ciudad, ideada y trazada por el marqués de Pombal tras el terremoto de 1755. La inmensa plaza del Comercio, abierta al estuario, actúa como eje distribuidor, como gran salón donde recibir a las visitas, que se perderán después entre calles que nacieron con espíritu artesanal y financiero –Áurea, Augusta, Prata…–, iglesias como la de São Domingos –arrancada su piel por un incendio– y plazas llenas de vida, como la de Figueira y el Rossio, con su Teatro, su preciosa estación de Metro, con puertas en forma de herradura, y sus dos cafés, la Pastelaria Suíça y el Nicola, inaugurados ambos en la primera mitad del siglo XX. Una bica (café) en ellos de nuevo permite volar con la imaginación a otras épocas de tertulias y versos. Aunque si de volar se trata, sólo hay una opción: subir al elevador de Santa Justa, con aires de Torre Eiffel, y mirar al infinito, casi tocando el cielo. El elevador une la Baixa y el Chiado y permite alcanzar lo que queda de la iglesia do Carmo, silueta irreal cuyos arcos desvestidos de noche aspiran a reventar la luna.
De rúas y miradores
En Lisboa todos los caminos conducen al Chiado, el barrio que ardió en 1988 y que hoy, totalmente renovado, continúa siendo el corazón de la ciudad. La rúa Garret es su espina dorsal, que se ramifica, coqueta, en pequeñas vías y patios casi secretos, a los que hay que asomarse para descubrir pequeños cafés, librerías que huelen a páginas viejas y tiendas con un cierto toque vintage. Los comercios más modernos y bohemios hay que buscarlos en los límites del Bairro Alto, que asciende sinuoso desde la plaza de Luís de Camoes y se enrosca en rúas mínimas que de pronto se abren a otras por las que la vida fluye a borbotones, como la de São Pedro de Alcántara, con su idílico mirador. La ciudad se antoja desde aquí un lugar efervescente, que apetece recorrer de punta a punta, queriendo sostener con las manos las fachadas de sus casas a punto para el desguace. Aunque para fijarla en la memoria baste con una simple mirada desde terrazas y elevadores, como el de Gloria, o cerrar los ojos a la sombra de algún árbol. ¿El más famoso? El cedro de Buçaco que preside el hermoso jardín de Príncipe Real, próximo ya a la romántica plaza de las Flores.
Y siempre, Alfama
Romanticismo y nostalgia, amor y rendición, sombras y luces, un viaje a otros mundos, a otros tiempos. Todo eso es el barrio de Alfama, el de los pescadores, el más antiguo de la ciudad, un arrabal de origen medieval, un laberinto. “Un animal mitológico”, que diría José Saramago, Premio Nobel de Literatura. La sede de su Fundación se ubica precisamente en la Casa dos Bicos, cuya puntiaguda fachada marca el camino hacia la Sé, la poderosa Catedral, y ella el de un enjambre de calles que suben y bajan al compás del 28, el famoso tranvía eléctrico amarillo, o de alguno de los fados que se escapan de sus minúsculas tascas. Alfama es todo y, en realidad, no es nada. Un museo dedicado a la guitarra y su canción, alguna iglesia, sus fiestas del mes de junio, brasas y sardinas. Pero nadie puede decir que conoce Lisboa sin haberla recorrido a pie, despacio. Entonces es cuando se comprende que la verdadera belleza de la ciudad está en el aire, más allá, mucho más, de sus principales monumentos, como la Torre de Belém, el puente del 25 de Abril, el pedrao que recuerda a los descubridores y el Monasterio de los Jerónimos, en cuyo claustro descansa para siempre Pessoa. “Tengo sueño. Casi pido a los dioses que haya que me guarden aquí, como en un cofre, defendiéndome de las amarguras y también de las felicidades de la vida”. Pura nostalgia.

domingo, 19 de octubre de 2014

Guía de Turismo Oficial de Lisboa, Sintra y Portugal

Aquí os espero!


Página Web: www.filipealves.com
Email: filipedacruzalves@gmail.com
Idiomas: Portugués, Español (Castellano), Alemán, Inglés, Italiano

viernes, 10 de octubre de 2014

Siete lugares para visitar Lisboa con niños

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Lisboa Story Centre. En la Plaza del Comercio está ubicado este centro de interpretación dedicado a la historia de la capital, donde los pequeños podrán disfrutar de un viaje a través del tiempo de una forma de lo más educativa. Su maqueta interactiva de Lisboa permite conocer a fondo la ciudad, mediante una pantalla táctil formada por imágenes, fotografías y dibujos. Además, se dedica una sección al terremoto sufrido por Lisboa en 1755, donde se presenta un teatro en 4D que produce una experiencia envolvente al visitante. Detalles en la siguiente imagen:
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Naturaleza en sus múltiples jardines. El Parque de las Naciones, el Parque Forestal de Monsanto y el Jardín Zoológico de Lisboa son una alternativa perfecta al estrés cotidiano de la ciudad para los mayores, y auténticas escuelas de Naturaleza para niños. Descubrir la intensa vida animal y vegetal que ofrecen los paisajes, perseguir a las recientes ardillas insertadas en el Parque Forestal de Monsanto, subir al teleférico en el Parque de las Naciones y disfrutar de una preciosa vista panorámica de la ciudad, o dejar a los niños jugar en los seguros parques infantiles, repletos de columpios y toboganes. En el Jardín Zoológico, la Bahía de los delfines ofrece un espectáculo de unos 40 minutos de duración con estos animales acuáticos. Se pueden ver detalles del lugar en la imagen siguiente:
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Pabellón del Conocimiento y de Ciencia Viva. Se trata de un museo interactivo de ciencia y tecnología, cuyo objetivo es hacer accesible estos temas a todo el mundo. Cuenta con una exposición permanente dividida en cuatro núcleos: el “Exploratorium”, en el que se llevan a cabo experimentos científicos; “¡Mira, Haz, Aprende!”, en el que los visitantes participan con los distintos módulos; “Casa Inacabada”, especial para niños, ya que pueden construir casas de su tamaño; y “Matemática Viva”.
Oceanário. En el Parque de las Naciones, en el Pabellón Atlántico, puede visitarse el segundo acuario más grande de Europa, que incluye cientos de especies como tiburones, rayas, mantas y peces tropicales. Inaugurado en el año 1998 con motivo de la EXPO, cuyo tema central fue Los océanos, un patrimonio para el futuro, tiene el objetivo de promover la conservación del Medio Ambiente y, en especial, la de los océanos.  
Monumento Natural de las Huellas de los Dinosaurios. Es una propuesta indispensable para los niños. Situado en el Parque Natural de Serra de Aire, en él se pueden observar las huellas de los gigantes que pasaron por el Planeta hace millones de años, así como los restos fósiles que quedaron de ellos.
Estuario del río Sado. Al sur de Lisboa, los amantes de la naturaleza y su conservación pueden disfrutar de este hábitat de delfines con nariz de botella, únicos en Portugal, que resistieron a la invasión del hombre y del tráfico marítimo.
Castillo de San Jorge. Paseando por esta fortaleza que ofrece las mejores vistas del este de la ciudad, los niños se sentirán como auténticos caballeros, donde los cañones serán los protagonistas de sus fotografías. La mejor forma de subir al castillo es cogiendo el Tranvía 28, también una de las mejores experiencias lisboetas. Imagen que ilustra el artículo.
Y para disfrutar de todas estas actividades, se puede utilizar la tarjeta Lisboa Card, que ofrece múltiples ventajas a los turistas, como el uso ilimitado del transporte público de la ciudad, el acceso gratuito a museos y puntos de interés y descuentos en el resto de monumentos. 
La información publicada en este artículo procede de la página de Turismo de Lisboa, una asociación sin fines lucrativos, formada por entidades públicas y privadas que operan en el sector turístico. Esta entidad tiene como objetivo principal unir esfuerzos para mejorar y desarrollar la promoción de Lisboa como destino turístico. Forman parte de Turismo de Lisboa entidades públicas y empresariales, encontrándose entre ellas las más importantes empresas que ejercen su actividad en el sector del turismo de la ciudad de Lisboa y sus alrededores, en este momento hay casi 700 asociados lo que indica la importancia que tiene este proyecto en la capital de Portugal.