miércoles, 11 de febrero de 2015

Las 10 cualidades de un buen guía turístico

Las 10 cualidades de un buen guía turístico

Las 10 cualidades de un buen guía turístico

El buen guía turístico no nace, sino que se hace. La experiencia de cada día permite aprender cada día un poco más sobre el comportamiento de los grupos, sus intereses y la forma de gestionarlos para que el cliente se vaya satisfecho.
Y todo esto no se estudia y aprende tan fácilmente. Al margen de los conocimientos teóricos y de dominio de idiomas que requiere un guía de turismo para ejercer su actividad, hay una serie de cualidades en el aspecto práctico que ayudarían mucho al guía a estar bien preparado para “enfrentarse” a cada visita. Aquí van algunas de ellas:
  1. Saber orientarse en el entorno que se enseña. Parece obvio, pero no siempre se conoce a fondo el espacio geográfico que se visitará (en ocasiones tan sólo se conocen las vías principales a recorrer durante la visita), por lo que conviene ir ampliando el conocimiento del lugar, para tener en el archivo algunos itinerarios alternativos.
  2. Capacidad de improvisación y de reacción. Museos cerrados por actos imprevistos, colas inesperadas, calles cortadas, ruido de ambiente y de tráfico… Hay que saber reaccionar. Una buena práctica es realizar el recorrido previsto para la visita el día anterior, para evitar imprevistos.
  3. Paciencia. Mucha paciencia. El guía encuentra gente de todo tipo y grupos con intereses diversos, por lo que habrá de ejercitar esta virtud en muchas ocasiones. Al fin y al cabo el guía local tiene la ventaja de que suele pasar un con el grupo un tiempo breve (varias horas, o como mucho una jornada), cosa que no ocurre al guía de ruta.
  4. Educación. Obvio y deseable en un trabajoque se desarrolla de cara al público. Combinada con la ya explicada paciencia, son una buena fórmula para que la relación del guía con el grupo se desarrolle de forma tranquila.
  5. Buena forma física. ¿Por qué no? Aunque no sea necesario, sí que ayuda. El guía ha de caminar durante horas, controlando a un grupo, utilizando la propia voz a volumen alto y luchando contra los elementos (calor, frío, viento, etc.) No viene mal estar en buen estado de salud para no perder la sonrisa.
  6. Acogida. El guía de turismo es un embajador del lugar visitado. Muchos visitantes no se relacionan con la población local, por lo que van a llevarse como única impresión la forma de tratar el guía al grupo. Si se han sentido acogidos y bienvenidos por este, hay mucho ganado.
  7. Capacidad de adaptarse. En ocasiones no coinciden el interés del guía por mostrar a fondo el lugar visitado y la motivación del visitante o del grupo, por lo que conviene saberse adaptar en el discurso. Además, la adaptabilidad se refiere también a circunstancias como horarios, precios o ubicación de los lugares a visitar, no siempre tan cómodos como se desearía.
  8. Puntualidad y adaptar tiempo. La puntualidad en una visita guiada permite aprovechar al máximo el tiempo y que el cliente se vaya satisfecho. Lamentablemente, para ello en ocasiones habrá que sacrificar algunos elementos de la visita, pues sobrepasar el tiempo contratado también podría percibirse negativamente por el grupo.
  9. Saber compartir el espacio con otros guías. En ocasiones el guía trabaja en entornos turísticamente saturados, por la presencia de numerosos grupos o por disponer de un espacio reducido (acera, plaza, esquina…). En estos casos la empatía, el compañerismo y la comunicación ayudan a una cierta coordinación entre guías de modo que se facilite la tarea y el grupo no perciba tanto esa saturación.
  10. Capacidad de hacer nueva cada visita. Es fácil que el guía se canse de realizar mismas explicaciones y recorrido. El antídoto es tener siempre en cuenta que para cada grupo sí que es la primera visita. Así que ante público nuevo, nuevo entusiasmo por lo que el guía va a enseñar. Y si se varía ligeramente el discurso cada vez, aún mejor. Ni aburrir, ni aburrirse.
  11. Y una cualidad más de regalo: sonreír y ser positivo. No se trata de ser falso, de mentir al visitante o de ocultarle información, sino de hacerle disfrutar de lo positivo de la visita o del destino que visita. Si hay algo negativo, que sea él mismo quien lo descubra y no el propio guía.